Leonor Sancho Márquez, de 1º de ESO, ha resultado ganadora del concurso de redacción «Un día sin alcohol» organizado por el Centro de ayuda y liberación de alcohólicos y otras adicciones de Antequera (CALA) Entre los 27 trabajos finalistas, está el de Efraín Pineda Bueno también de 1º de ESO. Además, nuestro colegio ha recibido el premio al mejor centro educativo, lo que demuestra la calidad de las redacciones de nuestro alumno participante, coordinados por su profe, Raquel Colina.
La entrega de premios se celebró el 16 de noviembre tras una jornada de puertas abiertas en su sede ubicada en calle Carrera y a ella asistieron nuestros dos galardonados y nuestro director, Juan Carlos Lebrón. Dicha entrega la realizaron el teniente de alcalde de bienestar social, cooperación ciudadana y vivienda publica Alberto Arana y la concejala de accesibilidad, educación y salud, Sara Ríos.
Para la edición de este año se han presentado 114 trabajos literarios de los centros educativos María Inmaculada, Victoria, Pintor José María Fernández, Salesianos y La Salle-Virlecha. En palabras del presidente del colectivo, Antonio González «son redacciones que te ponen el vello de punta porque está escrita por niños de 10 a 13 años y se puede comprobar la concepción que tienen de las adicciones. Ellos se están dando cuenta además de la adicción a las nuevas tecnologías y las están plasmando en las redacciones».
Del centenar de participantes, 30 han recibido diploma y regalo, de los cuales los tres primeros han recibido además un cheque canjeable en material escolar en papelería Las Descalzas y papelería Paris.
A continuación os presentamos la redacción ganadora.
La noche que cambió todo
Mateo era un chico de 17 años, el típico niño responsable, inteligente que todo lo aprobaba con sobresalientes. Pero él, el único adolescente que no salía de fiesta, prefería quedarse en casa. Los fines de semana los dedicaba a estudiar, hacer los deberes y cuando terminaba todo se sentaba en el sofá y no salía de su casa hasta el lunes por la mañana para ir al instituto. En aquel pueblo donde él vivía, había una discoteca para menores llamada "El Vértigo". Allí, es donde todos los fines de semana se reunían los amigos y amigas de Mateo. En aquel lugar daba igual la edad, todo el mundo consumía alcohol. Pero la gente lo veía como un hobbie, una forma de divertirse y pasarlo bien, ellos no veían el daño que puede causar el alcohol.
Sin embargo no sabía que un viernes, por la mañana, iba a cambiar la vida de Mateo por completo. Mateo iba hacia la clase cuando un amigo suyo llamado Alberto llega y le dice:
-“Hoy por la noche hay un fiestón en el Vértigo, va a ir a pinchar un dj de la otra punta del mundo, tienes que venir si o si, nos lo pasaremos genial”-.
Mateo sin saber lo que hacer le dice:
-“No se si iré, no me apetece mucho”- y Mateo le responde:
-“Bueno tú piénsatelo pero por favor vente, te lo pasarás como nunca, por si vienes hemos quedado a las 21 en punto en el Vértigo”-.
Eran las 3 de la tarde y Mateo acababa de llegar a su casa del instituto, se había pasado toda la mañana pensando en lo que le había dicho Alberto. A eso de las 20 de la noche, a Mateo le apetecía por primera vez divertirse, así que se preparó y salió de su casa.
Cuando llegó a la discoteca estaban ya todos dentro. Tanto Alberto como todos sus amigos. Se acercó y empezó a hablar con todos ellos. Al rato solo eran risas y felicidad. Por primera vez Mateo se lo estaba pasando bien. Eran las ocho y media y Alberto estaba en la barra con Mateo. Alberto pidió dos cubatas uno para él y otro para Mateo. Al principio Mateo no lo aceptó y después de la existencia de Alberto, Mateo ya estaba bailando con el cubata en la mano. Para la 1 de la mañana a Mateo ya se le había ido de las manos y había tomado varias copas de más. La discoteca estaba vacía y solo quedaban ellos dos. Cuando por fin salieron cada uno tendría que ir a su casa pero el problema era que Mateo estaba muy mareado y no podía sostenerse de pie mucho tiempo entonces, Alberto decidió llevarlo a su casa ya que él casi no podía andar.
Por la mañana Mateo despertó con mucha resaca, mareos y hasta vómitos, pero se lo había pasado tan bien que la noche siguiente también salió de fiesta. El alcohol le atrajo tanto que siempre que salía de fiesta bebía. Empezó a salir de fiesta todos los fines de semana, lo que le llevó a suspender exámenes y a no hacer los deberes… Y así sin darse cuenta había cambiado de ser un chico estupendo a ser un chico irresponsable.
Y a las semanas, entró en depresión, a tener ansiedad porque siempre que intentaba alejarse del alcohol, éste lo arrastraba más profundo, a ese oscuro pozo del que no podía escapar. El alcohol, siempre astuto, se disfrazaba de amigo, susurrando promesas de compañía y olvido. Mateo, atrapado en su red, dejó de lado a su familia, sus amigos y sus sueños.
Afortunadamente, los vecinos del pueblo decidieron que era hora de decir basta. Cerraron la discoteca para que ningún adolescente más acabará como Mateo y formaron un grupo de apoyo, decididos a ayudar a quienes luchaban contra esta fuerza destructiva.
Así, todos sus habitantes aprendieron que el alcohol, aunque sea seductor, no era un amigo. En su lugar, eligieron fortalecer los lazos de la comunidad, compartiendo risas y momentos sin necesidad de un trago. El vértigo se transformó en un lugar de encuentro, donde la amistad y el apoyo se convirtieron
en la verdadera definición de la felicidad.